
La maravillosa influencia de las mascotas en niños de entre 0 y 7 años
Quienes han crecido junto a una mascota saben bien que esta es una experiencia tan mágica como enriquecedora. Los perros, gatos u otros animales aportan cariño y compañía a los pequeños de la casa, pero también ayudan a que se desarrollen sus habilidades sociales y sus capacidades en total armonía.
Los niños necesitan asentar sus múltiples facetas e inteligencias para crecer de manera equilibrada. Las mascotas aportan en esos primeros años multitud de matices: enseñan a los pequeños a relacionarse o a confiar en sí mismos, pero también a conocer, comprender y asimilar sentimientos como la compasión o realidades como la muerte. Y todo ello da alas a su inteligencia emocional en diferentes formas, como concluye Ferrán Abelló, CEO en Petclic, empresa experta en mascotas.
Según este especialista, compartir la vida con un perro o un gato es especialmente positivo para los niños de entre 0 y 7 años, ya que consigue que los pequeños se impliquen, establezcan rutinas y cumplan con responsabilidades tan necesarias para sus mascotas como mantener, por ejemplo, su bebedero siempre lleno de agua. Algo que, en consecuencia, favorece el desarrollo de sus inteligencias.
Cuando un niño da de comer a su gato o pasea a su perro, descubre sensaciones, valores y sentimientos que más tarde aplicará al entorno familiar y social por mimetismo, y que configurarán su personalidad futura. De esta manera, los niños que conviven con animales tendrán más facilidad para empatizar con las situaciones por las que pasan otras personas y animales que los que no se relacionan con ellos.
Las mascotas, además, se erigen como un pilar importante en el desarrollo verbal de los más pequeños. Y es que, según los expertos, los niños suelen recurrir a ellas a la hora de abordar cualquier situación del día a día que les cueste compartir con sus padres o abuelos porque quizás no sean entendidos. Así, relatarán con mayor confianza sus inquietudes o sus cuentos a sus perros, sus gatos o sus conejos; rutina que a la vez, ayuda a mejorar su dialéctica y su autoestima.
De esta misma manera, se enfrentan al estrés que les provocan circunstancias propias de su edad, como por ejemplo estar castigado o no poder salir a jugar. En este punto, las mascotas se convierten nuevamente en confidentes que, sin hacerles sentir juzgados, les ayudan a disolver la tensión y a tranquilizarse.
Se deja entrever, con todo lo anterior, lo extraordinario que es que una mascota forme parte de los primeros años, y recuerdos, de un niño. No es casualidad, por ello, que sean los perros precisamente la base de las nuevas terapias dirigidas a los pequeños. Terapias que consiguen, gracias a los peludos, cosas tan increíbles como elevar la autoestima de los niños, ayudarles a afrontar momentos duros, potenciar su concentración, su imaginación y su comprensión o motivarles para que aprendan a leer.
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